En esta novela negra, irreverente y unique, se suceden al más vivo ritmo jazzístico un tropel de aventuras narradas en clave de humor. l. a. entrañable antiheroína que las sufre es l. a. joven Nanette Hayes, bohemia y detective aficionada, que sueña con ser más attractive y convertirse en una estrella del jazz negro. De momento, es experta en tocar el saxo tenor en las calles de Nueva York y en buscarse problemas sin fin en los bajos fondos, donde se codea con los angeles fauna humana más variopinta y rocambolesca, disfrutando de los angeles vida... hasta que un policía de l. a. secreta aparece asesinado en su casa. De pronto se le echan encima un perverso policía, una extraña y amenazadora pareja que l. a. mantiene vigilada y un gángster amante del jazz que juega con sus sentimientos. El recuento de cadáveres aumenta y Nanette empieza a seguir los angeles pista de uno de los grandes enigmas del jazz: Rhode Island crimson.
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Debía de hacer horas extras por los angeles noche –rió su propia gracia. Luego dijo–: Si leyeras los papeles de vez en cuando... –su voz se apagó mientras sacaba delicadamente un cigarrillo de l. a. pitillera de cristal que había en los angeles mesa de centro. –¿Qué papeles? ¿De qué me estás hablando? –Del periódico, mi niña. Recuerdo haber visto en el put up, hace algunas semanas, que muchos vagabundos y músicos callejeros estaban recibiendo palizas en los pasos subterráneos. El periódico decía que iban a utilizar señuelos para tratar de echar el guante a los culpables. Posiblemente tu amigo period uno de esos señuelos. Fingía tocar el violín en los angeles calle. –El saxo –puntualicé–, no el violín. Y por lo visto no se le daba nada mal. –¿Y qué? ¡Qué nos importa su puñetero instrumento! Si l. a. pasma no sabe nada del dinero, es tuyo. No sé qué vería Aubrey en mi cara en aquel momento, el caso es que de pronto se interrumpió y me miró con recelo. –Nan, no me vayas a decir eso –dijo al fin–. No me digas que vas a entregárselo a l. a. policía. Después de todo el rollo que me has metido sobre París en otoño y lo que darías por volver allí... Coge el dinero y cómprate el billete de avión. –¿Y su mujer y sus hijos, Aubrey? –¿Tiene mujer e hijos? –No sé, me habló de una mujer, su chica, los angeles llamó. Supongo que se refería a su mujer. Aubrey movió los angeles cabeza de lado a lado, molesta. –Según dijo, su chica lo había puesto de patitas en l. a. calle –continué–. No sé si sería una mujer que formaba parte de su tapadera o si sería una character de su vida actual. Pero si period actual, ¿por qué iba a ser yo quien...? O sea, que ella está en su derecho. –¿En su derecho de qué? –De quedarse con el dinero, claro. –Tener dinero es un derecho common, amiga. Me acerqué a una ventana y miré al external. ¡Qué vista tan maravillosa! Se divisaba todo el parque y l. a. zona este de l. a. ciudad. –Me dijo que estaba locamente enamorado de mí –hice una pausa, en espera de sus carcajadas, que no llegaron–. ¿Lo crees posible, Aubrey? ¿Tú crees que pretendía dejarme a mí ese dinero? –Vete a París, Nan. –Ven conmigo. Te lo enseñaré. Desechó los angeles thought con un ademán burlón. Como si incluso pensar en que Aubrey Davis pisara suelo extranjero fuera absurdo. No dije nada más sobre el dinero. Me acerqué a los angeles estantería y me puse a revolverla en busca de una cinta de Etta James que me apetecía escuchar. Mientras l. a. buscaba, canté por lo bajo y en tono guasón, pero amistoso: «Mi espíritu extraviado fue a parar a los angeles oficina de objetos perdidos y tú apareciste para reclamarlo». period una broma siniestra que nos gastábamos de jóvenes. En lugar de reconocer abiertamente que se había ido con un hombre, Aubrey solía decir que había pasado toda l. a. noche en l. a. estación de autobuses, esperando a su madre en los angeles oficina de objetos perdidos, porque estaba convencida de que algún día regresaría a buscarla. Así que el consejo de Aubrey period sencillo: toma el dinero y corre. Ni siquiera hacía falta que corriera, bastaba con que me fuera tranquilamente a París. Aubrey es una character muy lanzada. En lo que a mí respecta, siempre estoy ansiosa de aventuras, pero también soy propensa a asustarme.